Concierto "Carmina Burana" de Carl Orff interpretado por la Orquesta Juvenil del SODRE | Cudi Pasar al contenido principal
Concierto "Carmina Burana" de Carl Orff interpretado por la Orquesta Juvenil del SODRE

Concierto "Carmina Burana" de Carl Orff interpretado por la Orquesta Juvenil del SODRE

Carl Orff

Mientras que el expresionismo alemán, a principios del siglo XX, rompe con la tradición musical e implanta el atonalismo como modo de protesta, Orff representa la corriente opositora, porque en sus obras, libres de toda complejidad, retoma a favor de un amplio sector del público la simplicidad rítmica, armónica y melódica de la música medieval.

Nacido en Munich, estudió piano, órgano y violoncello y en 1911 se inicia su carrera como compositor con la publicación de cincuenta canciones. Cuatro años más tarde fue director de orquesta del teatro de su ciudad natal y luego en Mannheim y Darmstadt. Se interesó por la música antigua haciendo arreglos de obras de Claudio Monteverdi

Para Orff es el ritmo lo que engendra la melodía, considerándolo además el factor de equilibrio entre el sentimiento y el intelecto, por lo que resultan tan importantes en su obra los instrumentos de percusión. Según Joseph Machlis, el músico representa la tendencia más reaccionaria de la época (fue, además, colaboracionista del nazismo). Compuso música para los Juegos Olímpicos de 1936 y su ópera La astuta fue estrenada en 1943 ante las autoridades del régimen.

Además de la labor como compositor, lo que contribuye a su fama es su obra pedagógica. En este sentido es autor de métodos de enseñanza musical para niños y creador de una serie de instrumentos de percusión conocidos como Instrumental Orff.

Como creador alcanzó renombre a partir de la cantata dramática Carmina Burana, queforma parte de una trilogía junto a Catula Burana y El triunfo de Afrodita. “Mi colección de obras”, dijo Orff, “comienza con Carmina Burana”, y en verdad es el primer trabajo importante en su desarrollo artístico. La obrase estrenó en Frankfurt en 1937 bajo la dirección de Oskar Waeterlin. Por entonces el autor tenía 42 años y tras haber explorado en el Romanticismo y el Impresionismo, encuentra, como ya expresamos, en las óperas de Monteverdi la fuente de inspiración para sus creaciones.

En 1803 los monasterios alemanes pasan a ser propiedad del Estado y poco después el editor Andreas Schmeller encuentra en el monasterio benedictino de Beuern, en la alta Baviera, varios pergaminos con cerca de 300 poemas medioevales, algunos con música, y los bautizó Carmina Burana, que en latín significa Canciones de Beuern. Schmeller publica la colección en 1847. Los versos en latín, alemán y francés, remontan su antigüedad al siglo XIII, en plena Edad Media y pertenecían a los goliardos, grupo social integrado por monjes desertores y estudiantes vagabundos, muy cultos, que se burlaban de la Santa Iglesia, de la sociedad y de sus normas, por lo que eran constantemente perseguidos. Actuaban según los principios del legendario Golias y les importaba más el acá que el más allá. La mayoría de los poemas son anónimos y los temas que tratan son amorosos, satíricos, de juego, de bebida, etc.

Orff toma veinticuatro de estas poesías para elaborar una suerte de happening musical con el subtítulo de Cantiones profana cantoribus et choris cantandeæ comitanibus instrumentis atque imaginibus magicis (canciones profanas para solistas y coros acompañadas de instrumentos e imágenes mágicas). Esta cantata escénica para solistas (soprano, tenor, barítono), coro y orquesta, está moldeada según el concepto clásico de la rueda de la fortuna, que en su movimiento continuo trae alternadamente suerte y desgracia, ventura y desventura. La vida humana está sometida a constantes transformaciones. El coro a la diosa Fortuna sirve de apertura y cierre de la obra.

Como se dijo, Carmina Burana, es el primer testimonio valedero de la obra de Orff, caracterizada por su penetrante ritmo, por el sonido particular de su original orquestación y por su clara armonía. Usa la canción estrófica con melodías diatónicas como en la música popular, en lugar de las melodías cromáticas del posromanticismo.

Las canciones adoptan en algunos casos la forma de la letanía medioeval. Usa también el recitativo, algunos, como In taberna, con reminiscencia gregoriana. Hay pasajes muy emocionantes como los solos para soprano y otros de carácter más operísticos. La escritura coral es declamatoria y los grupos de instrumentos son tratados en forma coral con excepción de las maderas que se oyen separadamente, como por ejemplo en las dos danzas. La percusión está reforzada por dos pianos, contribuyendo al efecto mágico de esta partitura.

La gama expresiva va desde la tierna poesía de amor, pasa por la elegancia del amor cortés, al agresivo entusiasmo de In taberna con su efervescente alegría de vivir, y finaliza en el arrollador Fortuna imperatrix mundi. En la obra el hombre es visto bajo un concepto cruel, nada sentimental, como un juguete manejado por fuerzas misteriosas e implacables. Es el punto de vista antirromántico de la obra.

Miguel Garibaldi

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